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El nombre de la rosa

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Abubukaka pretende llevar a las tablas una adaptación de El nombre de la rosa en clave de comedia. Esta adaptación respetará la carcasa de las dos tramas de la novela, pero las rellenará de gracia terrenal.

En lo que respecta a la trama de los asesinatos irán uniendo cada una de las pruebas con una cuerda roja, al modo que lo hacen los detectives en esas paredes atestadas de papeles, pero la cuerda les quedará a la altura de la cintura para ir formando un
laberinto de pasillos como el que nos hacen recorrer en los aeropuertos para llegar a la zona de facturación, en su caso: la zona de resolución. En su itinerario hasta la salida irán dando cuerpo a la segunda trama de la novela, si bien en su adaptación la causa franciscana quedará un tanto eclipsada por un aspecto de la misma que es la que justifica este proyecto: El valor del conocimiento. El guiño que le quieren hacer a la actualidad desde esa biblioteca del S. XIV busca que sean cómplices con el conocimiento, con el saber y, sobre todo, con la verdad.

Estamos acostumbrados en esta era de la información a consumir toneladas de noticias
falsas, de fake news, de montajes, de bulos,… Abubukaka pretende contemplar a
través de las lentes de Guillermo de Baskerville la fuente de la verdad, corroborar que
la fuente es fiable y, entonces y sólo entonces, emitir un juicio.

Para ello habrá que disipar el misterio, doblegar al miedo y domesticar al apocalipsis, y la mejor manera de hacerlo es la comedia, y es que como bien dice la propia novela: “La risa mata el miedo y sin el miedo no puede haber fe, porque sin miedo al diablo ya no hay necesidad de Dios.